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Guaraní la lengua indígena
El guaraní era la lengua que hablaban varios pueblos indígenas que habitaban Paraguay antes de la llegada de los españoles. Tras un intenso proceso de mestizaje, el guaraní pasó a ser la lengua de la mayoría de los paraguayos. En la actualidad, el 27% de la población que sólo habla guaraní vive en las zonas rurales, y el 59% es bilingüe y habla tanto guaraní como español.
Aunque la Constitución paraguaya reconoce el guaraní como lengua oficial, no disfruta del mismo tratamiento que el español y de hecho, se ha convertido en causa de exclusión social y económica
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Breve historia de Paraguay
España conquistó los pueblos indígenas que constituyen el Paraguay a partir de 1537. Las tierras no eran ricas en metales preciosos y el acceso a las minas de Potosí(1) no era fácil. Por lo tanto la metrópoli europea no tardó en retirarse y los españoles dejaron de instalarse en estas tierras. Para los que se quedaron, los guaraníes representaban no sólo una mano de obra barata sino la única forma de perpetuarse, mezclándose con las mujeres indígenas. Este fue el origen de un largo proceso de mestizaje que propició que la lengua guaraní se convirtiese en la más hablada por sus habitantes.
Estos criollos mestizos gobernaron el país a partir del siglo XVII, reproduciendo la jerarquía española y sirviéndose de la población indígena mediante el establecimiento del sistema de encomiendas(2) para cosechar la hierba mate(3).
Sin embargo, Paraguay siguió siendo una provincia olvidad por la Corona española. En 1811 declaró la independencia de España. Para evitar que las provincias vecinas se anexionaran el territorio, los nuevos gobernantes cerraron el país, rompieron relaciones con el resto del mundo y pusieron en marcha una política de autarquía.
Pero esta situación no duró mucho. Entre 1865 y 1870, Paraguay tuvo que luchar contra la Triple Alianza (Argentina - Brasil - Uruguay). Tras el conflicto, el país estaba en ruinas, absolutamente devastado. De los 200.000 supervivientes, la mayoría eran mujeres, niños y ancianos. El resto, más de la mitad de la población había muerto en la guerra.
El país tuvo que resurgir de sus cenizas, pero los nuevos gobernantes, impuestos y bajo la protección de los vencedores, tenían un único objetivo: satisfacer sus intereses. Las tierras se vendieron a grandes empresas agrícolas extranjeras (inglesas, argentinas y brasileñas), y empezó el eterno éxodo de los campesinos sin tierra..
Una vez más, los campesinos fueron movilizados para librar una guerra contra Bolivia, entre 1932 y 1935, por conservar el territorio del Chaco, que en aquella época sólo estaba habitado por pueblos indígenas. En esta ocasión, Paraguay fue la vencedora de la contienda, pero los campesinos que habían luchado por las tierras paraguayas, volvieron a sus hogares sin más recompensa que seguir trabajando una tierra que pertenecía a otros.
A partir de 1936, y siguiendo el modelo de los acontecimientos que se desarrollaban en Europa, el ejército se fue apoderando del poder y de 1954 a 1989, Paraguay estuvo bajo la bota de la dictadura más larga de América del sur. El poder del gobierno del General Stroessner se basaba en la violación sistemática de los derechos humanos y en despotismo de un gran número de civiles y militares que se enriquecieron gracias a la dictadura, mientras que el resto de la sociedad sufría la represión y la pobreza.
En 1989, un nuevo golpe de Estado derrocó a Stroessner y dio paso a un proceso de democratización que, incluso en nuestros días, tiene muchas dificultades para consolidarse. Las generaciones crecidas bajo la dictadura se resisten a abandonar sus costumbres y según las últimas estadísticas, más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
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(1) En la actual Bolivia.
(2) En la América española, La encomienda fue una institución característica de la colonización española en América y se entendía como el derecho que daba el Rey a un súbdito español, llamado encomendero, en compensación de los servicios prestados a la Corona, para recibir los tributos o impuestos por los trabajos que los indios debían pagar a la Corona. A cambio, el español debía cuidar de ellos tanto en lo espiritual como en lo terrenal, preocupándose de educarlos en la fe cristiana. El tributo se pagaba en especie -con el producto de sus tierras-, o en servicios personales o trabajo en los predios o minas de los encomenderos.
(3) Es una planta arbustiva o arbórea originaria de Sudamérica de cuyas hojas secas y molidas se prepara la infusión llamada mate que posee un efecto estimulante debido a la cafeína que contiene.
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Paz Encina directora
Paz Encina nació en Asunción, Paraguay, en 1971.
En 1996, entró en la Escuela de Cinematografía en la que se doctoró en cinematografía (2001). En 1997, realizó un vídeo “La siesta” que le valió el segundo premio del Festival de vídeo Arte BA (Buenos Aires).
En 1998, rueda en 16 mm el cortometraje “Los encantos del jazmín”. En el año 2000, ruda el cortometraje titulado “Hamaca paraguaya”, con el patrocinio del Centro Cultural Español Juan de Salazar y de la Escuela de Cinematografía. La cinta recibió una mención especial en el IV Festival de Internacional de Escuelas de Cine, el premio Génesis a la Mejor Película en Vídeo paraguaya y el primer premio del IV Salón de los Jóvenes Artistas, que otorga el periódico La Nación de Asunción.
Ese mismo año, Paz Encina rueda en 16 mm el cortometraje “Supe que estabas triste”, que recibe en 2001 los Premios Génesis al Mejor Sonido y a la Mejor Dirección, en Asunción.
De 2002 a 2003, da clases de lenguaje audiovisual y de dirección en la Universidad Católica de Asunción y en el Instituto Paraguayo de las Artes y las Ciencias de la Comunicación (IPAC).
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Declaración de intenciones de la directora
Cuando hablo de silencio, hablo de silencio y de tiempo. Un silencio en el que convergen soledad y tristeza, un vínculo que se resiste a desaparecer, una espera interminable y la búsqueda del sentido de la vida. De esta forma, cada silencio representa un regreso a todo y hay que tomarse el tiempo necesario para expresarlo.
Cuando concebí la estética temporal para HAMACA PARAGUAYA, decidí que cada imagen duraría todo el tiempo que fuera necesario para expresarse y no el tiempo necesario para que los demás lo vieran. En cada plano, los pequeños actos se muestran de principio a fin: un suspiro que termina, un abanico que se agita y termina por refrescar el ambiente, el canto de una cigarra, alguien que pela y come una naranja en tiempo real. Lo que me interesa es que cada imagen capte no sólo la belleza exacta de las cosas, sino también los momentos precisos que evocan un detalle perfecto de cada uno de estos actos, que se observan en la totalidad de su desarrollo.
Como si cada silencio fuera una página en blanco.
Esos silencios se hacen presentes, las secuencias principales se desarrollan en un clima de silencio lento cargado de un sentido que se expresa sin tapujos, un silencio que deja en las escenas una huella temporal. Un silencio cargado de sobrentendidos, que generan una intertextualidad en la que el espectador participa abiertamente y en la que lo importante no sólo reside en la marca que deja la acción sino en el sentido que ésta adquiere en la matriz de la obra.
Decidí que no debía tenerle miedo al tiempo y, aunque paradójicamente se trata de una historia con pocos diálogos, creo que recreo un mundo que, por encima de todo, es el mío. Un mundo silencioso, en el que el tiempo separa las palabras, un tiempo definido por la palabra “silencio” con el que intento abarcar sutilmente todos los límites entre el presente y el pasado. Las secuencias temporales se superponen y la memoria engañosa del presente desaparece. Semánticas nuevas y gritos silenciosos dejan al descubierto los malentendidos que no se dicen pero que se expresan, y las respuestas pendientes nos permiten vislumbrar emociones que nunca se revelarán. Los silencios elocuentes, lanzados al aire, sugieren lo que puede desaparecer en cualquier momento, dejándonos un instante sonoro como un trazo, una huella, u eco, un vacío siniestro. Eso es HAMACA PARAGUAYA.
En la sinopsis y en este texto creo haber expresado de forma general los motivos que me han llevado a realizar esta película. Pero no son los únicos.
La última cinta realizada en Paraguay en 35 mm y que se estrenó en las salas de cine se remonta a los años setenta: una película sobre la guerra de la Triple Alianza, y que contó con el beneplácito unánime del régimen dictatorial de del presiente Alfredo Stroessner, que entonces estaba en el apogeo de su poder. De hecho, la introducción de esta película, titulada “Mont Corá”, incluye su profundo agradecimiento al “gran líder” y a sus seguidores (cuyos hijos participaban en la película) por el apoyo a la cultura del país.
Más adelante, en los años noventa, algunos directores extranjeros vinieron a Paraguay para realizar coproducciones, atraídos por una mano de obra barata debido al cambio del guaraní, nuestra moneda nacional. En sus películas se utilizaron actores y decorados paraguayos, pero lo cierto es que no reflejaban la realidad del país.
También hubo algunos proyectos para rodar largometrajes en vídeo pero no tuvieron éxito y tampoco nos identificábamos con ellos.
Paraguay no tiene una industria cinematográfica propia, ni laboratorios cinematográficos, ni siquiera representantes de Kodak. Por lo tanto tampoco existen productoras ni fondos destinados de forma específica al cine, lo que frena aún más cualquier proyecto.
Personalmente, lo que deseo con todas mis fuerzas es mostrar a mi pueblo, a los paraguayos. A veces creo que éste es mi verdadero destino. A veces me parece una condena y otras una bendición.
Por otra parte, creo que si se le dieran oportunidades, el cine paraguayo podría encontrar su propia identidad en la que todos podríamos reconocernos y hacernos conocer por el resto del mundo. Ha llegado el momento que nuestras inquietudes, situaciones, estilos y modos de vida se lleven a la gran pantalla. Tenemos algo que ofrecer al mundo porque somos diferentes, y por esa razón creo que nuestro cine también puede ser diferente, tal y como lo somos nosotros.
Además, soy una de las pocas personas que han tenido el privilegio de estudiar cine en el extranjero. Por lo tanto me siento obligada a empezar, poniendo esta primera piedra, a construir algo con esa película y a apostar por el cine paraguayo. Es necesario que Paraguay se convierta en un país en el que se hace cine y en el que hacer una película sea un milagro aislado que consiguen unos pocos y que, a pesar de las dificultades se creen oportunidades. No importa que hacer cine sea difícil, lo que importa es que no sea imposible.
Desde este punto de vista, soy consciente de que mi película no es de las más fáciles, pero desde su concepción, supe que correspondía perfectamente a mi forma de observar, de ver a mi pueblo y a mis gentes, y que la percepción temporal que propongo es, en mi opinión, la que estamos viviendo. Estoy convencida de que HAMACA PARAGUAYA va a cambiar mi vida y podría convertirse en un punto de referencia importante, no sólo para mí como persona, sino para muchos otros. Por último, querría decir que esta película intenta reflejar lo que todos vivimos: algo tan sencillo y a la vez tan complejo como es salir adelante.
Paz Encina
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Actores
RAMÓN DEL RÍO - Ramón
Ramón del Río nace en Asunción en 1941. Su talento y sus trabajos le han convertido en uno de los actores más prestigiosos de Paraguay. Hasta el momento, ha participado en más de un centenar de obras. Como actor también ha trabajado en importantes producciones de Brasil, Colombia y España. Su extensa y rica trayectoria artística le ha valido grandes reconocimientos como el Premio Internacional Moliere en 1991, por su papel del Doctor Francia en “Yo, el supremo” de Augusto Roa Bastos.
GEORGINA GENES - Cándida
Georgina Genes nació en Puerto Pinasco, una localidad del Chaco paraguayo. Más tarde se trasladó a Asunción para estudiar.
Asistió a cursos de arte dramático en el IMA (Instituto Municipal de Arte) bajo la dirección de prestigiosos profesores y también participó en talleres en Argentina. Ha participado en un sinfín de obras teatrales entre las que se encuentran “La casa de Bernarda Alga”, “La mujer del domingo” y “La fierecilla domada”. También ha dirigido “Familia y Cía.”, “Subterráneos” y “Marido y mujer”. Formando parte de diversas compañías de teatro, ha recibido muchos galardones entre los que cabe destacar el Primer Premio del Festival de Teatro de Córdoba (Argentina) en 2001, y fue nominada al Premio a la Mejor Actriz por la cadena Canal 13 por la obra “¿Qué quieres que te diga?”.